jueves, 18 de enero de 2018

Para vivir no hay nada mejor que amar

*Amar*

Romanos 12:15
Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran.

Hablaba con un hermano del pueblo de Santa Isabel (Puerto Rico). Con lágrimas me confiaba un dolor profundo. Uno de esos dolores que marchita el alma. Su padre, de 89 años acostumbraba pegarle a su madre, también ansiana.

Desde que él recuerda su padre fue un abusador con su mamá y con él cuando era niño. Este hermano de 65 años me contaba como se tuvo que ir de su hogar cuando aún era un adolescente. En verdad una historia que parece de esas  que se ven en la televisión; una de esas historias a las que uno no le encuentra sentido.

¿Como es posible que ese hombre halla durado tanto tiempo haciendo mal? Me preguntaba en mis adentros...

Me limité a escuchar aquella amarga historia dejándole desahogarse y luego juntos oramos por él, su madre, y su padre; autor de demasiadas amarguras.

Hoy fue un día intenso, uno pintado con colores tenues y de poca luz.

Allí frente a su casa bajaba del auto unos paquetes cuando llegué de sorpresa y le ofrecí una tablita que decía: NO TE RINDAS.
Inmediatamente me dijo con ojos llorosos su triste realidad. Igual a mi hermano de la anterior historia, esta joven mujer me confiaba su prueba de AMOR marchito.

Después de 14 años de matrimonio estaba separada de su esposo por vez primera. Me confesó como este le maltrataba psicológicamente prohibiendole hasta sentarse en el balcón de su propia casa. Celos, celos y más   celos....

Y, yo que a veces llego como en paracaídas, le dí aquella tablita con aire de profeta. Había llegado a tiempo para compartir una PALABRA de esperanza y fe.

Miéntras escribo desde esta ventana en un restaurante de comida rápida, el sol me besa las mejillas y lloro emocionado. Lloro porque el dolor de estos hermanos también se ha convertido en mi dolor. Aquel hombre de 65 años hablaba con el dolor de un adolescente. Aquella dulce mujer maltratada traía a mi memoria tantos momentos...

Un poco más sosegado, escribo y medito y resumo que a pesar de todo, hice cabalmente la encomienda que el Señor me dio: Amar.

-SAC

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