La sombra de un árbol
Por Serafín Alarcón
Cuando se está bajo la sombra de un árbol después de haber caminado mucho, la sensación es insuperable. Uno se arrima a su sombra y sin pensarlo confía la espalda a su tronco. Se pone en escena una casi mágica experiencia cuando los rayos del sol filtran destellos entre sus ramas. Tal vez ni sospechamos que es un viejo centenario, uno lleno de experiencias a la intemperie, de tantos consejos y proverbios que contar. Y allí, bajo su sombra nos sentamos, allí disfrutamos de su protección. Llueva o caiga nieve su abrigo nunca niega. Si un río cabalga fuera de su cause y amenaza anegar, sus ramas ofrecen alto y seguro refugio. En fin, de sus incontables bendiciones todos nos beneficiamos.
Un árbol es sin duda el retrato, la metáfora ideal para describir a Dios. Cristo se presenta a nuestras vidas como eso, como árbol de vida, como tronco seguro en el cual confiar. Él es el árbol y nosotros sus ramas, él es raíz, nosotros sus hojas.
El es el Padre omnipotente y nosotros sus hijos.
El que habita al abrigo del altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente.
Sal 91
Serafín-Tablitas del Señor
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martes, 18 de septiembre de 2007
Bajo la sombra de un árbol
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