martes, 18 de septiembre de 2007

Una migaja



Una migaja tuya me es mas que suficiente
Por Serafin Alarcón

Mr. 7:26-29
26 La mujer era griega, sirofenicia de nación; Y le rogaba que echase fuera de su hija al demonio.
27 Pero Jesús le dijo; Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.
28 Respondió ella y le dijo; Sí, Señor; pero aun los perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos.
29 Entonces le dijo: Por esta palabra, vé; El demonio ha salido de tu hija.

Esta es una de las pocas historias en donde Cristo muestra aparente indiferencia ante el dolor de otra persona. La historia relata que una madre de nación “pagana” tenia una hija que estaba poseída por un demonio... Ella se acerca a Cristo para pedirle que intercediera por su hija, que le ayudara en aquella grave necesidad y la respuesta inicial del Señor fue insospechada. Nadie esperaba tal frialdad de su parte. Sus palabras evidenciaban dureza al decirle que no estaba bien darle la bendición de los hijos, en este caso el pueblo judío, a ella que era de nacionalidad sirofenicia.
De pronto nos encontramos con un Jesús casi a la forma de los fariseos. Poco le falto a la metáfora convertirse símil al usar la imagen de un perro. Que respuesta tan dura, una demasiado inesperada.

Y así es la vida... Así todos los días se abre nuestro diario. Afloran comúnmente paginas perfumadas por él desanimo, la decepción y el desencanto. Entonces, sin darnos cuenta se inunda el ser de baja autoestima porque esperábamos de alguien algo que nunca se dio. De nuestros padres, de nuestra esposa, de los hijos, del vecino, del Jefe, de la abuela... De tantos y sin embargo... Entonces nos decimos:
¡Nadie me quiere escuchar, nadie me comprende! Y la avalancha de autocompasión se desenvuelve como se desenvuelve un rollo de papel para envolver regalos. Pero, que Cristo no me quiera escuchar... ¡Eso no puede ser! Diríamos.

Dios sí desea escucharnos y en efecto nos escucha, atiende y por sobre todo nos comprende. En el caso de la mujer sirofenicia su aparente apatía solo fue la primera impresión.

Sin embargo, que mujer... Su respuesta sorprendió al Señor cuando le dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos.

Sorprendamos a Cristo con una respuesta de tal naturaleza, tengamos fe aunque el Señor aun no nos conteste. Y digámosle igual que esta mujer: Señor, una migaja tuya me es mas que suficiente.

Serafín-Tablitas del Señor
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