miércoles, 14 de noviembre de 2007

Mujer

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Mujer,
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Aceptar y comprender
Serafín Alarcón

Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas.
San Agustín

Hace ya un tiempo que vengo padeciendo de mareos y cada vez son más fuertes. Resulta que parece que tengo hipoglucemia. La condición no es nada simpática y sus síntomas son múltiples. Y que ahora... –Me dije. Y es que este es uno de los momentos más productivos de mi vida, uno de esos momentos en donde todo parecía estar marchando como uno tanto había esperado y de pronto, sin anuncio previo; ¡Bum! Un mareo en plena calle a la 1.00 de la tarde. Recuerdo el rostro del señor con el que conversaba cuando me dio aquel terrible mareo. Así que en oración le pregunte al Padre que sucedía y la razón de toda esta mala noticia inesperada. Ahora... ¿Señor, por qué?
De modo que visite un medico y seguí sus indicaciones al pie de la letra. Pero los mareos continúan, la sensación les digo que es desagradable. Es un malestar, un dolor de cabeza, escalofrío y sobre todo los mareos. ¿Qué hacer? Hice cita con otro medico para una segunda opinión. Mas, nuevamente levanto el argumento, nuevamente el alma trata de entender la “oportuna” llegada de esta enfermedad... ¿Me entienden?
Quiero decir... El ministerio en lo que corresponde a la evangelización en las calles de mi país y en otros foros como este, va tomando una forma hermosa y sobre todo Dios ha hecho su voluntad a través de el. Ver el rostro de la gente en la calle, los muchachos en la cárcel, las cartas y notas que la gente escribe o comenta confirman su pertinencia en tiempos como los que vivimos. Entonces nuevamente oré y pregunté con confianza libre de aires caprichosos: ¿Por qué?

¿No te ha pasado igual? Todo parecía estar bien y de pronto: Se enfermo el viejo, el hermano, la esposa... Un despido de trabajo inesperado, una traición, un desengaño... Uno pregunta lo obvio.
En fin, me rendí y recordé cuando Dios le dijo al apóstol Pablo: ¡Bástate mi gracia! Si, es verdad... –Nuevamente me dije. El poder de Dios se perfecciona en la debilidad. Es cierto. Dios se habrá de glorificar en esta condición como lo hizo Cristo hace dos mil años con el ciego de nacimiento. Si, claro que si... Entonces acepte y sobre todo comprendí.

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
Romanos 8.28

Serafín-Tablitas del Señor
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